Quiero
compartirles los pensamientos de la Tía Victoria, como cariñosamente solía
llamarle, quien fue una mujer sabia, poseedora de un corazón temeroso de Dios,
pero sobre todo una maestra comprometida con sus alumnos. Tuve el maravilloso privilegio de conocerla y
aprender de ella durante mis años de servicio como maestra.
“He
llegado a la terrible conclusión de que soy el elemento decisivo en el aula. Es
mi actitud personal que crea el clima. Es mi ánimo que hace el ambiente. Como profesor(a)
tengo el tremendo poder de hacer la vida de un niño miserable o feliz. Puedo
ser instrumento de tortura o de inspiración. Puedo humillar o exhortar, herir o
sanar. En toda situación es mi reacción que decide si una crisis es superada o
frustratoria, y si un niño es humanizado o deshumanizado.”
Cada mañana
antes de entrar al salón de clase tomemos unos minutos para meditar en estas hermosas
palabras y hagámonos eco de la misma.
Autoevaluémonos a ver si realmente estamos
siendo de bendición para nuestros alumnos, y que Dios nos libre de lo
contrario; porque en el futuro veremos nuestra semilla germinar en cada uno de
ellos y es cuando nos daremos cuenta si hicimos un buen o mal trabajo.
Como maestros
tenemos una gran responsabilidad en nuestras manos no la desperdiciemos.
Excelente te felicito ¡¡¡
ResponderBorrarMuchas gracias!!!
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